O.C.S.Q.LL(article sobre la relació Catalunya/Espanya publicat al número 1 de la segona etapa de la revista CUADERNOS PARA EL DIÁLOGO – Maig de 2005)

                                                       

                                                                   O.C.S.Q.LL

Eso que se ha dado en llamar el ‘debate territorial’, incluida la discusión sobre naciones (o como se quieran llamar: OCSQLL) ha entrado en una fase de confusión, excesos emocionales y prejuicios rígidos que lo están conduciendo a una notable irracionalidad que solo superaremos bajo dos premisas: la primera que nada es inmutable, la segunda que los cambios y reformas hay que hacerlos respetando las reglas del juego vigentes aunque éstas, a su vez, tampoco sean inmutables. Además, quiérase o no, ese debate pertenece al ámbito de las realidades de hecho a las que el Derecho, si quiere ser útil precisamente para no romper nada que no se deba romper, para evitar estropicios, debe procurar adaptarse cuando se sabe que la realidad no se adaptará al Derecho.


Hay un concepto que Vaclav Havel explica muy bien. Cada individuo tiene más o menos conscientemente –y expresado gráficamente, en forma de círculos concéntricos- sus particulares sentimientos de pertenencia: a su familia; a su entorno relacional y cultural inmediatos; a su club; a su barrio; a su población de origen y/o de residencia; a su nación (OCSQLL) con o sin estado propio; a su estado entendido o no como nación (OCSQLL); a su religión si la tiene; a su conjunto de creencias y afinidades socio-políticas; a su geo-región económica o cultural, a su etnia; a la especie humana; a lo que sea. Cada dibujo de círculos concéntricos es único, individual, irrepetible e inalienable. Los círculos de cada dibujo son evidentemente compatibles unos con otros aunque ninguno de ellos es obligatorio. Unos individuos tienen más y otros menos. Cada círculo tiene su grosor (intensidad, énfasis, prioridad) y su textura (origen, estímulos, proceso de formación, características). Cada conjunto individual de círculos es inestable (varia con el tiempo, con la edad, con los in-puts que recibe, con la evolución biográfica).


Cuando la agregación de los círculos correspondientes al sentimiento de pertenencia a una nación (OCSQLL) de determinado conjunto de individuos supone una acumulación de grosor y textura suficiente, existe la nación o el hecho nacional (OCSQLL). Esto es así tanto si las normas jurídicas y las fronteras convencionales lo reflejan como si no.  Aunque no se pueda medir. Es simplemente, un hecho, forma parte del paisaje. Como tantas otras cosas, la existencia o no existencia de Dios no depende de debates bizantinos ni de que las leyes la afirmen o la nieguen. ¡Ni siquiera la Constitución Española!


Por supuesto que, en estos términos, la existencia de una nación (OCSQLL) no es inmutable, esencial o inmanente. Es contingente, circunstancial. Las naciones (OCSQLL) aparecen y desaparecen cuando varía la acumulación de grosor. A veces eso ocurre por evolución, por integración o espontáneamente sin que se llegue a saber del todo el cómo y el porqué, otras veces mediante genocidio directo cultural, político o físico practicado por otra nación (OCSQLL) aunque, a menudo, las agresiones, si no rematan la jugada, producen el efecto contrario y refuerzan la nación. Los dos últimos años del Gobierno Aznar, por ejemplo, generaron en Cataluña, -para bien o para mal, eso depende del color del cristal- algo así como no menos de unos 2500 nuevos independentistas por semana. La anchura del círculo agregado de sentimientos de pertenencia a la nación catalana (OCSQLL), que ya era una anchura notable, se multiplicó, cuando menos y sin descartar en absoluto la posibilidad de quedarme corto,

por Π.


En el sentido descrito, ¿es Cataluña una nación (OCSQLL)? Cualquier observador medianamente perspicaz y ecuánime diría que si. Que hoy por hoy, sí, e incluso que relativizando hasta períodos  aprehensibles la dimensión del tiempo, parece serlo de una forma bastante persistente y estable. ¿Es esto opinable? Por supuesto. Racional o irracionalmente, todo es opinable. Recuerden a Galileo.


Optando por lo racional y aprovechando o teniendo en cuenta el hecho de que la mayoría de los españoles, incluidos los catalanes, tenemos en nuestro individual sistema de círculos concéntricos, una línea del sentimiento de pertenencia a España más o menos gruesa y, por supuesto, compatible con las demás líneas, parece que lo sensato y lo obligado seria intentar optimizar esta compatibilidad (por cierto Sr. Felipe González, no parece muy honesto intelectualmente llamar ‘ciudadanía’ al sentimiento de pertenencia a lo que coincide con el Estado y ‘nacionalismo identitario’ al sentimiento de pertenencia a lo que no coincide con él para poder después identificar ciudadanía con soberanía. Parece trampa). De acuerdo con este modelo conceptual, España es, obviamente, una nación o una nación de naciones (OCSQLL) y Europa tiende a serlo y ojalá se acelere su proceso de construcción (no solo es un deseo, es también una necesidad si Europa quiere jugar su papel en un mundo global).


Las naciones (OCSQLL), en cualquiera de los niveles apuntados, se forjan día a día, incesantemente, no son hechos perennes y estables. Forjarlas consiste en organizar permanentemente la convivencia de células extremadamente heterogéneas sin que nadie pretenda homogeneizarlas bajo un patrón rígido y de diseño artificial, se forjan en base a la adhesión a proyectos comunes o no incompatibles. Sin negar que la realidad es asimétrica, sin exigir mutaciones de los círculos concéntricos individuales. Sin perfeccionismos, sin visiones omnicomprensivas, sin dogmas, sin modelos cerrados ni definitivos. No solo porqué es imposible, también porqué sería indeseable y empobrecedor. Incluso feo. ¿Alguien preferiría que la naturaleza y el paisaje fueran perfectamente simétricos?


¿Difícil? Solo aparentemente. Cuando lo difícil no tiene alternativa (excluyendo la totalitaria) hay que afrontarlo como si fuera fácil, con buena disposición de ánimo. Y por otra parte, admitiendo que es más difícil de gestionar un determinado universo mayor y más complejo que otro menor y más simple, la diferencia no es tanta. Con todas sus imperfecciones, la Democracia Representativa (no la inviable Democracia Directa, aunque ahora esté de moda) ha dado pruebas suficientes de su gran potencial instrumental para abordar adecuadamente enormes complejidades y adaptar a ellas un marco jurídico.


Escrupulosamente, este artículo elude las cuestiones concretas: ni balanzas fiscales, ni infraestructuras, ni estatutos, ni reformas constitucionales, ni agravios históricos, ni autodeterminaciones, ni soberanías compartidas, ni selecciones deportivas, ni unidades lingüísticas. Trata tan solo de actitudes, del reconocimiento del paisaje, que es una cuestión básica y previa. Lo otro, aún siendo lo tangible y por lo tanto lo importante, viene después o en paralelo y entonces es cuando entra imprescindiblemente en juego el Derecho, no antes. Aunque son preferibles los acuerdos, no deben preocuparnos demasiado los desacuerdos sobre las cuestiones concretas, son normales. Lo preocupante es el riesgo de una espiral de irracionalidad, de obsesiva negación de la realidad. No deben preocupar las expresiones de nacionalismo. Lo preocupante es el contrasentido de que desde nacionalismos no reconocidos, como el también legítimo nacionalismo español, se pretenda criminalizar a otros nacionalismos e incluso acabar con ellos. Y que desde cualquiera de ellos se pretenda exigir a cada ciudadano un grosor mínimo a su círculo de adhesión a la nación (OCSQLL) y, lo que es peor, a una sola nación (OCSQLL). Lo preocupante es que se envilezca –aún más- una situación de confrontación visceral entre nacionalismos que tiende a retroalimentarse.


Por eso tal vez proceda una reflexión o, si se prefiere verlo así, una advertencia. Como en todas partes, en Cataluña impera la biodiversidad. Hay tantos modelos de círculos concéntricos como individuos. Pero simplificando un poco se pueden agrupar y, entre otros, hay dos grupos (transversales ambos) muy significativos: uno cree que no hay solución, que Cataluña, inexorablemente incomprendida, tendrá que optar por la independencia, pero tiene aún una remota esperanza de que una Europa y una España que asuman la complejidad puedan ofrecerle un encaje adecuado. Otro piensa que España, la España plurinacional (OCSQLL), es decir, mejor, más rica y más real, era y sigue siendo un gran proyecto para formar parte de él, pero teme que se frustre de nuevo y que el primer grupo acabe teniendo razón. En algún punto del futuro habrá confluencia.¿En que punto? Depende de lo que ocurra en el medio plazo. Depende de todos. Diversas circunstancias determinan que este debate sea inaplazable. Ojalá se le pueda dar en España un enfoque que lo resuelva bien e incluso sea útil para construir una Europa evidentemente plurinacional (OCSQLL).


Para finalizar, los derechos y los deberes son, por supuesto, de los individuos, no de los territorios. Pero son de los individuos con todos sus atributos incluidos sus sentimientos de pertenencia que, en ocasiones, generan una forma de transición de lo individual a lo colectivo, adquiriendo una dimensión territorial. Así son las cosas. Y nadie debería alarmarse. Solo hay que entender que la asimetría (como la arruga) es bella. Y natural. Y que la asimetría puede ser armónica aunque no perfecta, como la propia naturaleza. Con tormentas, terremotos e inundaciones incluidas, pero armónica al fin y al cabo. Después de todo, más catástrofes viene provocando el hombre que la propia naturaleza. Y a menudo por una sola razón: no  saber mirar e interpretar el paisaje.